Aunque no emiten gases durante su uso, la huella de carbono del ciclo de vida de los coches eléctricos sigue siendo elevada debido a la fabricación de las baterías y su elevado peso.
Las tecnologías para secuestrar dióxido de carbono son una estrategia útil para luchar contra el cambio climático, pero solo si las emisiones absorbidas se almacenan o utilizan de forma sostenible.
En los últimos 30 años se han planteado distintas estrategias para reconocer la responsabilidad de los países desarrollados y la situación de desventaja de los menos favorecidos.
El consumo de los ciudadanos es el principal responsable de las emisiones de gases de efecto invernadero: entre el 60 y el 75 % están ligados al transporte, la comida, la ropa y la climatización.
Los biocombustibles, como los que ha usado recientemente un avión de Iberia, producen menor cantidad de compuestos orgánicos volátiles, que reaccionan en la atmósfera para convertirse en aerosoles con gran impacto en la calidad del aire.
La energía es un factor clave de la geopolítica mundial y Europa juega en desventaja por su excesiva dependencia del exterior. Debe acelerar su plan de transición energética no solo por sostenibilidad sino también por estrategia.
Expertos en cambio climático y salud, organización industrial, economía del desarrollo, bosques y transporte sostenible valoran los resultados de la COP26 y el Pacto Climático de Glasgow.
Tras los confinamientos por la pandemia se ha producido un repunte de emisiones y los compromisos de los países siguen siendo insuficientes para evitar un calentamiento superior a 1,5 °C.
Los vehículos eléctricos, los biocombustibles y los combustibles sintéticos de baja o nula huella de carbono y el hidrógeno tienen una menor huella de carbono que los combustibles tradicionales.
Aumentar la ambición de los compromisos de reducción de emisiones y crear un fondo para ayudar a los países en desarrollo en la transición son los dos objetivos más importantes de la conferencia.
Tras el último informe del IPCC, y con vistas a la próxima COP26, hemos preguntado a expertos en ámbitos como el transporte y los sistemas agroalimentarios qué debemos hacer para reducir la generación de gases de efecto invernadero.
El Gobierno español y las eléctricas se enfrentan por el decreto ley que contempla sustraer a las centrales nucleares los beneficios generados por la partida destinada a emisiones de CO₂ (que la energía nuclear no emite).
Un cambio hacia una alimentación con mayor consumo de vegetales y proteína animal de producción ecológicamente eficiente mejoraría tanto el bienestar humano como la salud del planeta.
Tanto el Plan de Reforma y Ensanche como las supermanzanas de Barcelona se enfrentaron y se enfrentan a detractores, pero sus beneficios para la salud urbana han sido evidentes.
Además de la implantación de las renovables, las tecnologías de captura de CO₂ son un factor fundamental para la transformación energética. La basada en el uso de caliza es especialmente sostenible.
Jesús Rey Rocha, Instituto de Filosofía (IFS-CSIC); Emilio Muñoz Ruiz, Instituto de Filosofía (IFS-CSIC), and Víctor Ladero, Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA - CSIC)
Los acuerdos para frenar el cambio global deben tener una visión social y solidaria, para que todos los pueblos del planeta salgan beneficiados, y no haya regiones marginadas ni explotadas.
Profesor del Departamento de Ingeniería Química Industrial y del Medio Ambiente. Miembro del Grupo de Tecnologías Ambientales y Recursos Industriales, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)
Profesor vinculado "ad honorem". Grupo de investigación 'Ciencia, Vida y Sociedad'. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Filosofía (IFS-CSIC)
Investigador Científico. Grupo de investigación 'Ciencia, vida y sociedad'. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto de Filosofía (IFS-CSIC)