Cinco horas al día mirando la pantalla del móvil apenas deja tiempo para otro tipo de interacciones y actividades fundamentales en la adolescencia, cuando construimos nuestra identidad.
Los adultos tienen visiones distorsionadas de los peligros en las redes. Escuchar y compartir ayuda a que los jóvenes sean más abiertos a contar lo que les preocupa realmente.
La mayoría de niñas y niños de 9 años usan más de una hora al día el móvil de sus padres si no tienen móvil propio. Los riesgos siguen ahí, y a menudo sin las precauciones imprescindibles.
Nuestras investigaciones a lo largo de seis años sobre el uso de las redes sociales por jóvenes indican que son conscientes de que “pagan” con sus datos y su tiempo por usarlas.
El uso que los jóvenes hacen de las redes sociales depende de su madurez emocional y su capacidad de gestionar el torrente de información, situaciones y emociones que provocan.
La ley española permite que se enseñe educación sexual pero no establece cuándo ni por parte de quién; en otros países europeos tampoco hay consenso sobre la mejor manera de hacerlo.
Cada vez más estudios apuntan a que tener el móvil a mano repercute no solo en la capacidad de atención de los estudiantes, sino en su ajuste emocional y conductual.
En un momento de decadencia de X (antes Twitter), la red social Threads nace como alternativa. Analizamos el algoritmo, los usuarios y sus limitaciones.
Más a menudo de lo que nos imaginamos, nos concentramos en la pantalla del móvil más que en quienes están a nuestro lado. En la familia, esto tiene consecuencias.
El acceso a internet durante la infancia tiene una doble cara: un uso irresponsable y excesivo limita la interacción con el mundo real y el desarrollo, pero aprender un uso correcto es imprescindible.
En educación no hay recetas mágicas, pero los estudios sobre el efecto de las pantallas indican que cuanto más tarde se empiecen a usar mejor. Una de las las principales razones tiene que ver con la salud mental.
Internet y las redes sociales han transformado el modo de relacionarse y existir en el mundo, especialmente de los jóvenes. Sin ser necesariamente malo, sí es importante ser conscientes de los riesgos.
El acceso a contenidos pornográficos que algoritmo puede hacer cada vez más extremos ha transformado las necesidades de educación sexual de los jóvenes.
Muchos docentes participan en la plataforma con bailes o canciones; les sirve para conectar con los alumnos, y además aprovechan para enseñar y divulgar facetas menos conocidas de su día a día.
El hecho de que directores de grandes empresas tecnológicas lleven a sus hijos a centros sin pantallas ha suscitado debate sobre si se deberían prohibir o no las tecnologías en las escuelas.
Los menores crean su identidad virtual en redes sociales imitando comportamientos hipersexualizados. Esto, especialmente en las chicas, tiene un doble efecto de empoderamiento y vulnerabilidad.
Las campañas de prevención sobre los peligros del consumo de alcohol tienen más probabilidades de influir en el comportamiento cuando implican a los jóvenes que cuando siguen siendo prescriptivas.
La captación, seducción y manipulación de menores en internet es un problema real que afecta en todo el mundo a un 12% de los adolescentes. Podemos enseñar a los menores a protegerse.
La presencia de los menores en las redes sociales necesita la guía de los progenitores, que han de conocerlas para poder acompañarles de manera efectiva.
Profesora del Departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea